El costumbrismo es una tendencia o movimiento artístico que refleja los usos y costumbres de la sociedad, referidos a una región o país concreto y al conjunto de su folclore tradicional.[2][3] Tuvo un especial desarrollo a partir de las tesis estéticas del Romanticismo y muy diversa manifestación en la literatura y la pintura del siglo xix.[4] Especialmente asociado a España y lo español, y ya en el marco de la pintura del periodo isabelino. Enrique Lafuente Ferrari lo definió como «corriente que cultiva ciertos aspectos en la observación de la realidad nacional... sentida como pintoresca».[5]
Modelos y precedentes
«Pintura exacta de la vida civil y de las costumbres españolas.»
El término costumbrismo aparece a partir del siglo xix, asociado al «mito romántico»,[6] y evoluciona en la literatura y diversos medios artísticos, debatiéndose entre la recuperación del tesoro etnográfico (tradiciones y folclore), la amenaza de la Revolución Industrial y el éxodo del campo a la ciudad, y el emergente poder adquisitivo de la clase burguesa. En la literatura costumbrista, ese proceso parte de un ejercicio de estilo que tiene mucho de juego, frente a las propuestas científicas que sobre el mismo campo cultural hacen el historiador, el sociólogo o el etnógrafo.[a][7]
A partir de estos postulados, los estudios relacionados con el costumbrismo decimonónico, en la línea de la tradicional pintura de género centroeuropea (en esencia, de los Países Bajos), concluyen que el nuevo subgénero se aparta del Realismo, más analítico y crítico, para ofrecer un retrato colorista.[7]
En España el precedente más rico e influyente se encuentra en la obra de Francisco de Goya,[8] con un escaparate singular en el conjunto de los cartones para tapices como punto de partida para la escuela romántica madrileña.[9] El otro foco, más pintoresco, será la escuela romántica sevillana, desinhibida del general empeño por "rebelarse contras los mitos",[10] y manifestada como afirmación castiza.[11][12] Así lo presentaba "El Solitario" en sus Escenas andaluzas (1846):
Antes de maldecirme o dejarme al lado, que es mucho peor, pásate y da un bureo por Triana de Sevilla, Mercadillo de Ronda, Percheles de Málaga, Campillo de Granada, barrios bajos de Madrid, el de la Viña de Cádiz, Santa Marina de Córdoba, murallas de Cartagena, Rochapea de Pamplona, San Pablo de Zaragoza, y otras más partes en donde vive y reina España, sin mezcla ni encruzamiento de herejía alguna extranjera.
Serafín Estébanez Calderón
Literatura costumbrista en Europa
Larra sitúa el origen de la moderna literatura de costumbres en Inglaterra, ya en el umbral del siglo xviii, con la publicación de The Spectator,[7] efímera revista editada por Addison y Richard Steele, concebida como escaparate y semillero de lo que ellos mismos llamarían «Essay or sketch of manners» (escenas de costumbres).
No hubiera, pues, llegado nunca el género a entronizarse sino ayudado del gran movimiento literario que la perfección de las artes traía consigo: tales producciones no hubieran tenido oportunidad ni verdad, no contando con el auxilio de la rapidez de la publicación. Los periódicos fueron, pues, los que dieron la mano a los escritores de estos ligeros cuadros de costumbres, cuyo mérito principal debía de consistir en la gracia del estilo.[14]
Otra punta de lanza de la gestación y luego difusión del “costumbrismo europeo” fue la nueva posibilidad de viajar, pasión romántica que generó el modelo literario descriptivo de los libros de viajes, más preocupado muchas veces por lo pintoresco y lo tópico, por la simple impresión o emoción, que por el análisis crítico o el estudio etnográfico.[15]
Los críticos y estudiosos del fenómeno adjudican a Mesonero Romanos la paternidad de término costumbrismo cuando lo incluye en la definición de la corriente periodístico-literaria desarrollada en el Madrid de la primera mitad del siglo xix,[16] de la que él mismo forma parte esencial.[b][17][18] Lo describe Mesonero en el prólogo de su Panorama matritense: cuadros de costumbres de la capital observados y descritos por un curioso parlante (1835), como «pintura filosófica o festiva y satírica de las costumbres populares».[19] Ampliando términos y conceptos parece que se refería al impulso nacido en los ambientes culturales de la capital de España en respuesta al cosmopolitismo y el afrancesamiento de la Ilustración, y a partir de una recuperación del casticismo, la identidad nacional y los valores tradicionales. En uno de los estudios más clásicos que se han dedicado al costumbrismo, José Fernández Montesinos sintetiza dichos términos y conceptos en la búsqueda de «la otredad del pasado reciente de España».[c][19]
El sevillano José María Blanco White escribió sus Cartas de España entre 1821 y 1822, encontrándose en Inglaterra.[20] En ellas pueden encontrarse escenas folclóricas españolas.[21] Sin embargo, no fueron traducidas y publicadas en español hasta 1972.[22]
Las tertulias madrileñas promoverán un pequeño ejército de escritores, en cuyo estado mayor se encuentran Ramón de Mesonero Romanos, con el andalucista Serafín Estébanez Calderón a su derecha y Mariano José de Larra a la izquierda –con todo el simbolismo que marcan tales extremos–, y que constituyen la más exacta definición del costumbrismo literario.[23] Muy pronto los editores se suman a la difusión y explotación del floreciente género costumbrista y se publican muy diversas obras colectivas (recopilaciones de artículos) en las que se reúnen tipos más o menos tópicos y profesiones más o menos populares. Así apareció, publicada en dos entregas (1843-1844) la popular Los españoles pintados por sí mismos, editada en Madrid por Ignacio Boix, y reimpresa en un solo volumen en 1851, ya dentro de la biblioteca. Al rebufo generado por su éxito, fueron apareciendo El álbum del bello sexo o las mujeres pintadas por sí mismas (1843),[e] Los cubanos pintados por sí mismos (1852), Los mexicanos pintados por sí mismos (1854), Los valencianos pintados por sí mismos (1859), Las españolas pintadas por los españoles (1871-1872), Las mujeres españolas, portuguesas y americanas, en tres tomos (1872, 1873, 1876), Los españoles de hogaño (1872), y El álbum de Galicia. Tipos, costumbres y leyendas (1897).[24][4] Un singular conjunto que representa la vertiente más superficial del género.[25]
La escuela de inspiración goyesca, menos contaminada por doctrinas y modas foráneas. «Lo que para los extranjeros supone una actitud, viene a ser para ellos [seguidores de Goya] una tradición».[5] Este grupo se localiza geográficamente en Madrid, formando simbiosis cultural con el periodismo costumbrista de la capital de España. Lafuente propone la etiqueta "escuela romántica madrileña", con dos generaciones, la de José Elbo y Leonardo Alenza, y la continuadora con Eugenio Lucas, Lameyer y Antonio Pérez Rubio;[g] todos ellos opuestos al arte oficial, disidentes antiacademicistas, pobres y, quizá como causa de ello, de breve vida.[29][30]
En el aspecto técnico, Lafuente Ferrari obrserva el proceso de fusión del fragmentarismo literario, común en los cuadros de costumbres románticos, con el bocetismo pictórico (pintura de mancha y apunte), desembocando todo ello en un «género pintoresco, popular o imaginativo, antiacadémico y antipurista».[31] Entre los precursores –todavía en el siglo xvii–, además de Goya, puede citarse a José Rivelles y sus "tipos napolitanos", o la facción sevillano-gaditana representada por Juan Rodríguez Jiménez "el Panadero", y Joaquín Fernández Cruzado.
Posteriormente, la dramaturgia romántica costumbrista tuvo diversa continuidad en la fórmula popular del teatro por horas, y se asentó en el género chico y la zarzuela creando cuadros especialmente brillantes que se llegarían a hacer muy populares. No solo en las obras dedicadas al casticismo y la manolería de la capital de España, sino también en zarzuelas ambientadas en otras regiones. Entre las primeras destaca el matiz costumbrista en La verbena de la Paloma[h][34] o La Revoltosa (en el ámbito madrileño), y entre las segundas pueden mencionarse El caserío (ambientada en el País Vasco), El huésped del sevillano (en la ciudad de Toledo) o La rosa del azafrán (en La Mancha).
Desde finales del siglo xviii y a lo largo del xix, el mito de España[6] atrajo a la península ibérica,[i] territorio de paso además hacia África, a una serie de intelectuales, científicos y sobre todo escritores románticos, que acompañados de ilustradores, dibujantes y pintores llegarían a producir un rico e interesante legado iconográfico de la España mágica, la España Negra y la España monumental tan grata al pintoresquismo de moda en la época mencionada. La galería de artistas que pintaron la esencia del costumbrismo español contó con firmas como las de John Phillip, Doré, Constantin Meunier, Mauricio Rugendas, David Roberts o Alfred Dehodencq, entre muchos otros.
‘El mal de ojo’, autorretrato de John Phillip, ‘cronista gráfico’ en 1859. Stirling Smith Art Gallery and Museum.
Continuidad del costumbrismo
Algunos estudios aceptan cierta continuidad de la temática costumbrista en la literatura y la pintura española e incluso en otras parcelas del arte.[37][38] Más aceptada es la etiqueta costumbrismo en Hispanoamérica, donde el término aparece con frecuencia aplicado a manifestaciones artísticas nacionalistas y folclóricas, pero con escasa bibliografía sobre el tema y lejos quizá de los presupuestos románticos. En la pintura española del siglo xx "costumbrismo" y "género" se funden o se solapan mezclados con otros ismos, subgéneros y escuelas.[39]
Se ha querido identificar el elemento costumbrista en el pintor y escritor expresionistaJosé Gutiérrez Solana,[40] pero con una mirada más crítica o satírica que pintoresca; así, por ejemplo, en su representación de la España más tenebrosa, que continuarían Darío de Regoyos en su trabajo La España negra y el modernista Isidre Nonell.[41] También se ha relacionado con la obra de fondo simbolista de Julio Romero de Torres[42] y con el noventayochismo folclórico de Ignacio Zuloaga.[43] A caballo del costumbrismo más pesimista y en una línea propia y muy personal, se cataloga también una parcela importante de la obra periodística y literaria de Ramón Gómez de la Serna.[44][j]
Esa posible línea no lúdica del costumbrismo en la primera mitad del siglo xx involuciona tras la guerra civil española hacia el tópico español barajado por los viajeros europeos del siglo xix y localizándose en Andalucía.[45] El vicio costumbrista, ya absolutamente desvirtuado de su contenido histórico, desembocó en el abuso de una imagen y unas consignas sintetizadas en el «typical spanish».[k][46]
También se han estudiado las reminiscencias costumbristas en la generación del 98, como elemento de contraste en su búsqueda ideológica de la ‘España real’ frente a la ‘España oficial’. Así en Miguel de Unamuno cuando escribe De mi país (1903), o en Pío Baroja con Vitrina pintoresca (1935), o en sus trilogías vascas, al igual que en la obra de su hermano Ricardo Baroja. Aunque quizá el más firme en un continuismo costumbrista fue Azorín en su extensa y lírica composición de cuadros de literarios, en obras como Los pueblos, Alma española o Madrid. Guía sentimental. Posteriormente se han estudiado posibles timbres costumbristas en autores como Camilo José Cela, Francisco Candel, Ramón Ayerra o Francisco Umbral.[47][48]
Dentro de la literatura costumbrista boliviana se citan autores como: Julio Lucas Jaimes (1845-1914) y sus Crónicas Potosinas (1895), Lindaura Anzoátegui de Campero (1846-1898); Jaime Mendoza (1874-1938); Alcides Arguedas (1879-1946) y Armando Chirveches (1881-1926), entre otros.
↑Así parece deducirse de la afirmación de ensayistas del tema como José Escobar Arronis o Rubén Benítez. Este escribía en 1988 que «el escritor costumbrista observa siempre la realidad sub specie historiae». Por su parte, el hispanista Escobar Arronis, anota que «el costumbrismo no documenta una realidad objetiva, sino una concepción de la realidad desde un punto de vista ideológico, con una lógica de clase. Es una textualización literaria de un texto ideológico previo, es decir, una textualización literaria de una representación imaginaria de la realidad.»
↑Mesonero, fecundo autor de las Escenas Matritenses (1832-1842), definido por Ramón Gómez de la Serna como «el hombre que no se compromete» y dibujado en cuerpo y alma por Larra, su contemporáneo y antagonista, como autor de «cierta tinta pálida, hija acaso de la sobra de meditación, o del temor de ofender», fue, en el triunvirato del costumbrismo literario, el contemplador divertido de usos, costumbres y régimen, formando equipo con Estébanez Calderón, siempre más preocupado por el esteticismo de la expresión. Frente a ellos, Fígaro, fue a su vez retratado por el propio Mesonero con estas palabras: «Quédese la apetecida palma de la sátira política unida a la memoria de mi desgraciado amigo Fígaro. Por dos distintas sendas caminamos siempre, y ni él siguió mis huellas ni yo pretendí nunca más que admirar y respetar las suyas.» Con todo, Mesonero seguirá siendo útil y ameno, en tanto Larra, en palabras de Max Aub «sigue siendo el escritor más moderno de España».
↑"Lo que parece haber llamado la atención de los costumbristas, más allá de la simple observación y el reportaje, era la necesidad de comprender la "otredad" del pasado reciente de España, o de la vida en ciertas zonas de España o en ciertos barrios de sus ciudades. Los componentes de tal "otredad" a veces fueron vistos como a punto de olvidarse, pero se les contemplaba por lo general afectuosamente como parte de la herencia de la nación. Es decir, el costumbrismo se cimentaba sobre todo en la descriptividad, pero también con elementos de interpretación, presentes en los adjetivos del titulo de esta ponencia." Ese impulso de raíz intelectual se vio amplificado quizá por la propia esencia subjetiva que el Romanticismo dedicaba a la identidad colectiva o «volkgeist», el carácter nacional o popular (la otredad de Montesinos), si bien su naturaleza contemplativa y pintoresca le aleja de la violencia que sugieren otros ismos como el Nacionalismo y el Regionalismo.
↑De Zabaleta se citan dos obras Día de fiesta por la mañana y Día de fiesta por la tarde, parejas al Día y noche en Madrid de Francisco Santos, y la Guía y aviso de forasteros de Liñán.
↑Precedente culto de posteriores visitas, desde la desesperada y solidaria conjunción de las Brigadas Internacionales en socorro de la Segunda República Española, hasta el boom del «typical spanish» en la segunda mitad del siglo xx, fenómeno estudiado y glosado por Luis Carandell, entre otros muchos autores.
↑Provocado y justificado por la necesidad económica de fomentar el turismo español en el ámbito de las artes, especialmente en el cine, donde se llegó a generar el subgénero de la españolada.
Referencias
↑Arnáiz, José Manuel (1987). Francisco de Goya, cartones y tapices. Madrid: Espasa Calpe. ISBN84-239-5284-3.
↑«Costumbrismo». DRAE. Consultado el 6 de septiembre de 2016. ««En las obras literarias y pictóricas, atención que se presta al retrato de las costumbres típicas de un país o región.»».
↑Diez de Revenga, Francisco Javier y De Paco, Mariano. Historia de la literatura murciana. Editora Regional. Murcia. 1989.
↑Rodríguez Marcos, Javier (25 de agosto de 2013). «El peor sitio del mundo». Diario El País. Consultado el 24 de septiembre de 2016. «Si la NASA convirtió a Julio Verne en un escritor realista, la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de Estados Unidos ha convertido a George Orwell en un costumbrista...»
↑Juliana, Enric (27 de octubre de 2013). «Gitanas». Diario La Vanguardia. Consultado el 24 de septiembre de 2016. «En 1894 publicó en La Vanguardia una serie de retratos costumbristas sobre la vida en Barcelona (“Escenas populares de Barcelona”) a la que pertenece esta imagen de “El cafè dels quatre vents”.»
↑Chilvers, Ian (2004). Diccionario del arte del siglo XX. Edición de Arturo Colorado Castellary, Editorial Complutense. pp. 880-881. ISBN978-84-74916003.
↑Paiba Samamé, Jesús A. «El costumbrismo peruano». Universidad San Martín de Porres. Archivado desde el original el 9 de mayo de 2016. Consultado el 13 de septiembre de 2016.
Reyero, Carlos. «V». Pintura y escultura en España, 1800 - 1910. Mireia Freixa (1995 edición). Cátedra. ISBN8437613264.
Rubio Cremades , Enrique (1995). «Costumbrismo. Definición, cronología y su relación con la novela». Siglo XIX (Literatura Hispánica) (Valladolid) 1 (1): 7-25.
Varios autores (2000). «Reivindicar el costumbrismo». Ínsula (637). Archivado desde el original el 25 de septiembre de 2016. Consultado el 24 de septiembre de 2016.
Blanco White, José María (1972). Cartas de España (Antonio Garnica, trad.). Madrid: Alianza Editorial.
Durán López, Fernando (2005). José María Blanco White o la conciencia errante. Fundación José Manuel Lara.